En la ciudad de San Petersburgo, en la Plaza del Almirantazgo, hay una gran feria. Corre el año 1838. Es la celebración de la fiesta tradicional rusa de la Maslenitsa, que dura una semana y culmina con el Carnaval. Todos se divierten. Y entre las atracciones de feria tiene lugar un hecho asombroso. Aparece un Mago con un teatrito donde guarda tres marionetas de hilo. Son el Moro, la Bailarina y Petrouchka.
Los seres inanimados, cuando acceden a la categoría de lo humano, descubren un mundo desconocido, experimentan emociones. Entrar en el mundo de los humanos es acceder al misterioso sentimiento del amor. Y todo lo que eso conlleva: atracción, celos, posesión, ira, melancolía, alegría, inseguridad, atrevimiento.
Esto es lo que les pasa a estos tres muñecos de feria. “Lo nunca visto”. “Pasen y vean”. “Títeres con vida”. El soplo vital procede de la flauta travesera del Mago. Es la magia de la música. Su flauta es como una varita mágica, como una batuta, como el palo de madera de donde cuelgan los hilos que dan vida a un títere.
Petrouchka vive su primer amor. Con toda la torpeza que puede desencadenar la inexperiencia. Y también con toda la dificultad de tener un rival. Petrouchka ama a la Bailarina, y la Bailarina ha sido seducida por el Moro.
Todos hemos vivido un primer amor. Y un primer desamor. Y aun así, ¿no diremos, con el poeta, que preferimos haber amado y perdido que no haber amado nunca?
Toda magia necesita un redoble de tambor.
“Pasen y vean. El espectáculo está a punto de comenzar.”